viernes, 1 de enero de 2016

PEDRO, PABLO, LOS PICAPIEDRA Y ANTONIO MACHADO


Pablo va a tener razón. Que Pedro no manda ni en su propia casa. Y eso le resta autoridad. Pedro y Pablo, Pablo y Pedro. No, no son los Picapiedra. Ni un episodio animado en Piedradura.

Tampoco es un capítulo de juego de tronos, aunque en liza aparezcan barones y sultanas. Es el lamentable espectáculo de canibalismo político desarrollado en el Partido Socialista.
Pocas veces había contemplado un sainete cainita en vivo y en directo. Es en casa ajena y eso obliga, cuando menos, a un respeto de neutralidad. Pero el cruce de cuchillos es tan violento  y el barullo se produce a los ojos de todos que a cualquiera deja atónito.

Que Pedro Sánchez era un líder  cuestionado  en el socialismo español era un rumor afianzado en los mentideros mediáticos. Los adversarios políticos de Sánchez utilizaron ese argumento en campaña para desacreditar su consistencia como estadista alternativo. Eran puyas envenenadas que venían  del contrincante que pugnaba por desplazarle  del espacio de “la izquierda”. Argumentos que hicieron mella electoral, pero no tanta como las heridas abiertas por las dentelladas de quienes, en su propia casa,  casi no han esperado el trámite de la noche electoral para saltar a la yugular del aún bisoño dirigente madrileño.

La representación más rancia del viejo socialismo felipista, no ha dudado un instante en responsabilizar a Sánchez de los peores resultados electorales  de un socialismo  decadente que ellos  mismos protagonizan  genuinamente. Un ataque feroz que puede echar por tierra  las oportunidades, pocas pero posibles, que el PSOE  de Sánchez pueda tener  para formar un gobierno alternativo  a la derecha de Rajoy y Rivera.

Lo apretado de los números concede a Sánchez  una opción de llegar a la Moncloa. Inicialmente, Rajoy  y el PP deberían fracasar  en la búsqueda, no ya de una mayoría absoluta, sino en la configuración  de más apoyos a su favor que en contra de su candidatura para la presidencia gubernamental española.

Si Rajoy falla, y para eso el PSOE, Podemos y el resto de formaciones  deben decir “no” a la alternativa  de populares y ciudadanos, Sánchez podría tener una opción de resultar elegido. Necesitaría, eso sí,  sumar más apoyos  que la alianza de las derechas. Y para ello debe ganarse  la confianza de Podemos y alguna formación más.

Esta apuesta parece arriesgada, pero de fructificar, además de  conseguir el objetivo  de desalojar del poder al PP,  daría alas a Sánchez para experimentar con un nuevo proyecto de “izquierda”, una nueva opción de “ruptura” con el pasado que inaugurara  ese tiempo de regeneración democrática, de diálogo  y transición que todos los agentes políticos han reclamado antes, durante y después de la campaña electoral.

No cabe duda que las condiciones previas  manifestadas por Pablo Iglesias  para concitar esa mayoría – el reconocimiento plurinacional del Estado  y el derecho a decidir- son un grave problema para facilitar una aproximación. Toda “línea roja” lo es. Un problema y un error de bulto de cara  a propiciar un acercamiento. Pero algunos han utilizado  dicho argumento como ariete para zancadillear a Sánchez, a quien desean ver  fuera de la secretaría general del PSOE. Fuera y amortizado de un escenario político que no se entiende.

No se entiende que  quienes han alcanzado la presidencia de su comunidad autónoma por la acción-omisión de “Podemos”  -Castilla la Mancha, Extremadura, Valencia, Asturias- sean quienes ahora con desparpajo e insolencia exijan a  Sánchez que no se comprometa a pactar con el partido de los círculos. . Y lo que ya es el colmo es que, sin esperar un minuto a que se aclare el umbral de la investidura, sin conocer  tan siquiera si la puerta de la Moncloa puede abrirse o no a Sánchez, se invoque, se exija y se reclame la celebración inmediata de un congreso para elegir  nueva ejecutiva, nuevo liderazgo y nueva cabeza para el Partido Socialista.  Feo, muy feo.

Hacerlo como lo ha hecho Susana Díaz es revelador. Para ella Sánchez es ya pasado. Lo considera amortizado y su intención es enterrarlo rápidamente. Antes incluso de que se certifique su defunción política –si es que esta llega-. Y lo ha hecho con soberbia, con prepotencia , con el tono rancio  que ha desprendido  en los últimos años un socialismo encastado. Una soberbia que algunos  confunde con autoridad.

El “cortafuego” que le han impuesto en una posible negociación con Pablo Iglesias,  la negativa al diálogo con quien pretende “romper España”,  no es sino un subterfugio. Negar cualquier acercamiento con quien defienda el “derecho a decidir” de los pueblos, debería tener consecuencias previas. ¿Qué pinta Ximo Puig gobernando con Compromis en la comunidad valenciana? ¿Qué sentido tiene el acuerdo  de los socialistas vascos con el PNV y su coalición foral y municipal en Euskadi? ¿Acaso el PNV no es partidario de la autodeterminación o de las consultas que definan  la arquitectura jurídico-política del Estado?. Envolverse en la bandera de la unidad constitucional no es un argumento. Es una argucia para distanciar a Pedro de Pablo.  Así de sencillo.

Pero, ¿es que los socialistas no quieren gobernar en España?. ¿No les motiva  impedir la continuidad de Rajoy en la Moncloa?. Mucho me temo que detrás de toda esta operación de acoso y derribo al  candidato Sánchez se esconde  una decisión no explicitada de garantizar una estabilidad pactada. Te permito (PP)  la estabilidad en el Estado –por lo que me felicitarán  una parte de las cancillerías europeas y quienes soportan los “mercados”-  y a cambio tú (PP) me garantizas la estabilidad en las comunidades autónomas que gobierno (PSOE). “Quid pro quo”.  Se desvanece la amenaza de una repetición electoral, se corta el paso a la radicalidad e internamente el aparato bipartidista mantiene intactas sus bases  de poder  y control. Todo ello sin la necesidad efectiva de un voto a favor  de Rajoy que selle la “gran coalición” aunque, de facto se establezca como tal, enmascarado de “pacto de Estado” por la unidad de España  y en contra de los “experimentos revolucionarios” que empañan el panorama.

En esa perspectiva es cuando cobra fuerza aquella apelación de Felipe González  meses atrás a la “gran coalición”. Felipe, un factótum  que aún no ha abierto la boca, si bien sus allegados afirman que “se muere de ganas de decir cuatro cosas”.

El espectáculo, lo ha dicho el propio Patxi López, es lamentable ya que cada día que pasa se suma al linchamiento público de Pedro Sánchez todos aquellos que tenían, dentro del socialismo español, una factura que pasar al propio partido. Los madrileños  del represaliado Tomás Gómez,  el “apartado” Madina, los “chaconistas”… Todo un grupo de “resentidos” que, al rebufo de la sultana andaluza , no han pestañeado a la hora de lanzarse en tromba contra Sánchez, como los buitres a la carroña.

El final de esta historia parece cantado pero  no todo está dicho. Dependerá del coraje que demuestre Pedro Sánchez y de la fuerza que éste aún disponga  en los órganos internos de su partido. Si aguanta el pulso y las “bases” le respetan frente a las baronías y a la nomenclatura, quizá tenga una oportunidad de optar a la presidencia del gobierno español. Necesita un voto más que los que concite la alianza Rajoy+Rivera.  Si lo logra, no será fácil desalojarle del poder. Hará falta una moción de censura con candidato alternativo y, viendo el espectro parlamentario existente, esa hipótesis se presenta hoy por hoy remota.

Si Pedro aguanta y gana, callará a Pablo. Y se hará un hueco  como líder de una nueva izquierda. Podrá rejuvenecer su partido. Eliminar los reinos de taifas y los servilismos que le han conducido hasta su declive reputacional. Si esa tesis no prospera, si se impone el pacto tácito PP-PSE, o en el absurdo mayor, se obliga a la repetición electoral, cobrará fuerza  ese dicho ocurrente de que el “PSOE es un partido fundado y disuelto por Pablo Iglesias”.

Los demás, los que hemos padecido el ninguneo electoral, nos podemos permitir ahora el lujo de ver el espectáculo esperando cómodamente a los acontecimientos. Esperando a Pedro y a Pablo.  Los picapiedra  postelectorales.

Decía Antonio Machado que “en España, de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa”. La cita viene que ni pintada. Atentos a los cabezazos. Yaba daba du!!!

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