Contaba con que las “fuerzas vivas” del PP vasco
salieran en auxilio de Oyarzabal matizando, que no desmintiendo, sus graves
acusaciones contra el PNV en las que vinculaba a este partido, sin prueba
alguna, con la corrupción y la financiación ilegal.
El diputado general alavés, Javier de Andrés y su
portavoz parlamentaria, Laura Garrido han pretendido echar balones fuera con eso de que “no acusaron”, simplemente “reflexionaron
en voz alta”. El mal está hecho, y por mucho que pretendamos defender la
inocencia del inocente, la sospecha torticera y maliciosa siempre quedará para
que, por ejemplo, un medio de comunicación como “El País” se sume a propagar el
infundio.
Sé que, por mucho que el PNV se empeñe en reclamar
su transparencia y la honorabilidad de su sigla y la de sus afiliados, habrá
quien se empeñe en emponzoñarla y calumniarla. Mentir es fácil frente a una
sociedad harta de comportamientos impúdicos y castigables. Pero extender el
infundio, propagar la injuria, sin prueba alguna, resulta irresponsable,
condenable y perseguible.
No diré yo que los nacionalistas vascos seamos
arcángeles inmaculados. La condición humana afecta a todos y también a nosotros
por desgracia. Tampoco afirmaré que todo lo que hacemos esté bien.
Nos
equivocamos como la media. Pero nuestro código de conducta como partido ha sido
intachable. Tenemos más militancia que nadie en Euskadi. Tenemos más sedes
sociales que nadie en Euskadi y ello ha sido posible porque en nuestro
comportamiento colectivo siempre ha primado el compromiso. No nacimos para
medrar individualmente sino para construir una nación. Juntos. De forma
colectiva. Y quien se ha separado de ese camino, conociéndose su conducta, ha sido, inmediatamente separado
del corpus del partido.
Conozco un poco al PNV. Por dentro, por los aledaños
y en los ámbitos institucionales y no he visto nunca indicio alguno de
corrupción Ni de financiación ilegal. Ni de sobres. Ni de sobresueldos. Ni de
cuentas en paraísos fiscales. Creerlo puede ser un acto de fe. Y, si existiera
alguna conducta ilícita, cosa que dudo, que se pruebe, con rigor y seriedad.
Para que pueda depurarse. Con todas las consecuencias. Pero que no se mienta, ni se extienda la
sospecha infundada que criminalice a todos en una espiral destructiva
injustificable.
Quien pone en solfa nuestra honestidad o no nos
conoce o miente de forma deliberada. Y eso, no lo vamos a tolerar. En tal sentido, mantengo lo dicho en el último
post “El PP vasco tendrá que probar lo que dice. Y si no puede, porque no es
cierto, deberá rectificar sus graves acusaciones. Solo así, el PNV volverá a
tenerle en consideración.”
Entiendo que para algunas formaciones políticas
resulte duro asumir que , elección tras elección, pese al desgaste de poder –local,
territorial, nacional- el PNV siga gozando del respaldo mayoritario de una
parte de la sociedad que vea en nuestra opción una garantía representativa.
Comprendo que tanto liderazgo renovado periódicamente
cree desazón en una oposición que se siente preparada para el sorpasso.. Y, en
esa quemazón, de no ser capaces de derribar electoralmente al PNV, percibo la
tentación de algunos por utilizar el juego sucio, la denuncia falsa o
abiertamente la injuria para desgastar esa imagen de “buena gestión” que el PNV
y sus afiliados y afiliadas arrastran tras de sí. La Izquierda abertzale, por
poner un ejemplo, ha llevado a los tribunales a más de una veintena de electos
municipales jetzales para desmitificar su gestión. Ni uno solo de los casos ha
prosperado, sin que los medios de comunicación hayan reflejado con el mismo
nivel tipográfico ni de publicación de las denuncias el ulterior archivo de las
diligencias judiciales practicadas.
Denuncia que algo queda, aunque sea falso.
El verano nos ha traído como serpiente informativa
la acusación de corrupción contra el PNV. Y nadie la parará. Aunque sea
incierta e injusta. El último en sumarse a este carro de “pedradas” sin
evidencias ha sido el secretario general de EA, Pello Urizar. Cuesta creer el papelón protagonizado por
Urizar, un meritorio que busca como alma en pena sobresalir en un conglomerado
político en el que parasita convirtiéndose en la radicalidad más radical de una
opción en la que , de un momento a otro, puede ser historia por innecesario.
Urizar sabe que
para continuar en la pomada debe agudizar su perfil y convertirse en
punta de lanza contra el adversario común – el PNV- , lanzando contra éste las
dentelladas que ni tan siquiera la Izquierda abertzale oficial y mayoritaria
(Sortu) se atreve a propinar. Triste
papel de un superviviente a quien le da igual todo con tal de mantener su rol
de subalterno subsidiado.
Molestan, y mucho, su acusaciones de corrupción y
“cazo”. Y especialmente en este panorama del “todo vale” que se ha instalado en la
Euskadi veraniega. Pero, en el PNV sabemos quién ofende y quien se suma a la
“juerga” haciendo en la mayor de los ridículos.
Eso no obsta para que, sus palabras no queden registradas y quizá, en
poco tiempo, tenga que justificarlas, aunque, en su defensa, argumente que le ampara el ejercicio de la “libre expresión”. Nadie dijo que los charlatanes
fueran inteligentes o como afirmara el escritor
catalán Noel Clarasó “A veces más vale callar y pasar por tonto, que abrir la
boca y demostrarlo.” Urizar, aplícate el cuento.
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