Una fotografía descontextualizada puede generar
interpretaciones alejadas de la realidad y hacer creer que lo que se ve es algo
diferente de lo que en verdad ha ocurrido mientras se plasma la instantánea. A lo
mejor me equivoco pero intentando interpretar la imagen publicada por varios
medios catalanes en la que se presenta a varios diputados de las CUP
desternillándose de risa tras el consejo nacional de esta entidad en el que
decidieron tumbar los presupuestos de la Generalitat, mi primera impresión pasa
por la consternación. ¿De qué se ríen las CUP?
La
comunicación no verbal es la primera que nuestro cerebro codifica y el mensaje
gestual marca extraordinariamente la percepción de quien lo recibe. En un
proceso comunicativo, lo que decimos es, sin duda
alguna, lo importante. Pero, el cómo se dice, certifica y acentúa la credibilidad o el impacto
del contenido expresado. Me lo recordaba hace ya un tiempo un experto en la materia. En un
discurso, el 55% de la audiencia retiene las sensaciones de la comunicación no
verbal. El 38% el tono del orador y solamente el 7% valora el contenido de lo
dicho.
Señalo todo esto para intentar codificar esa foto que me ha impresionado. La
imagen estaba captada en la sede de las CUP. La ejecutiva de las Candidaturas
de Unidad Popular acababa de decidir, no sin
división interna, mantener la enmienda a la totalidad de los primeros
presupuestos presentados por el Gobierno de Carles Puigdemont. Se trataba de un
desafío en toda regla que podía hacer saltar por los aires el incipiente
“procés” hacia un Estado Catalán. Un momento
de alta tensión política y de inusitada gravedad. Pero he aquí que la representación anticapitalista posaba
ante los informadores gráficos como si hubiese salido de un botellón colectivo
o de la celebración del cumpleaños de Anna Gabriel, la controvertida
dirigente antisistema que
indisimuladamente se “partía la caja” ante los periodistas allí
presentes.
Tal vez me equivoque pero dicha fotografía simboliza la
burla de los antisistema de las CUP a millones de catalanes, cuya voluntad
inequívoca de avanzar hacia nuevos escenarios de soberanía ha sido frenada en
seco por un puñado de diputados sin palabra, sin compromiso y con mucha
desvergüenza.
La decisión de las CUP de rechazar el presupuesto de la
Generalitat se hizo firme en la sesión plenaria del Parlament de Catalunya el
pasado día 8. Tras seis horas de debate, las CUP hacían efectivo su bloqueo a
las cuentas de la Generalitat y dejaba en la estacada al gobierno soberanista
de Junts P´el Sí. Los anticapitalistas, con el aplauso del unionismo
catalán, ponían contra las cuerdas al president Puigdemont y rompía su
compromiso de estabilidad. El “procés” quedaba interrumpido.
Jordi Turull, portavoz de JxSí , se dirigió directamente a
los parlamentarios anticapitalistas; “Lo
que han hecho hoy es muy grave. ¿Podrán
aguantarle la mirada a aquellos miles de catalanes que llevan más de 4 años
movilizándose?”. Cuatro años de movilización. Cuatro años superando obstáculos.
Cuatro años expresando nítidamente la voluntad de no rendirse y de encontrar
una vía para construir una nueva Catalunya. Cuatro años bajo la amenaza de la
intervención, bajo el bloqueo del Estado,
bajo la sombra de los tribunales. Cuatro años de decisión. De
sacrificio. Con un president que dio un
paso a un lado para no entorpecer la marcha. Con otro president que dio un paso
adelante, para recoger el testigo. Lo que en cuatro años no pudo detener el
Gobierno español con su cerrazón a Catalunya,
lo consiguió las Candidaturas de Unidad Popular (Herri Batasuna?), un colectivo
sin prejuicios que se rió a la cara de quienes habían puesto sus ilusiones
vitales del lado de la independencia.
El president Puigdemont ha sido claro; de
haber conocido de antemano la deslealtad de las CUP, no habría aceptado
encabezar el gobierno que liderara el “procés”. Y ha anunciado que en unos
meses presentará una moción de confianza para conocer si su gobierno y la “vía
catalana” tienen respaldo aún en sede parlamentaria.
El camino unilateral, si tenía poco
recorrido, parece haber acabado. Las CUP lo han cerrado. Y han roto las
ilusiones de convergentes y republicanos. De los municipios por la independencia. De
la Asamblea Nacional, de Omnium y de todos los que unieron sus fuerzas fiándose
de quienes han demostrado que prefieren romper a construir.
Ahora toca recomponer el panorama. Volver
a coser costuras para diseñar un nuevo camino. Más trabajoso y difícil. Buscar
nuevas complicidades y establecer una estrategia quizá menos ambiciosa pero tal
vez más realista que haga prosperar los anhelos de autogobierno del Pueblo
catalán. Y, quizá, inevitablemente, volver a las urnas para convalidar la nueva
vía.
Los nacionalistas catalanes ya saben lo
que son las CUP. Cual es su palabra y su
compromiso. No volverán a caer en sus trampas.
Los “amigos” de Otegi y Pernando Barrena
se han burlado de todos. Y , al final ,
el escarmiento ha llegado.
Quienes desde Euskadi seguíamos con
interés y pasión el proceso catalán, temíamos que tanto esfuerzo colectivo
quedara empantanado. Por la dureza y
dificultad del camino y por la falta de fiabilidad de algunos participantes en
el mismo. Pese a todo, hacíamos votos para que el resultado final resultara satisfactorio. Los
catalanes se merecían el premio de decidir por sí mismos el futuro. Lo siguen
mereciendo. Habían optado democráticamente por una salida y la apoyamos y respetamos sin complejos.
Aunque, en nuestro caso, en Euskadi, optáramos por otra distinta.
Reivindicaciones análogas con diferente ecuación resolutiva. Ahora que la
frustración puede llegar a Catalunya, seguimos al lado de quienes pusieron toda
la carne en el asador en defensa de lo que creían mejor para su pueblo.
Estaremos con ellos para que superen este sabotaje interno. Y se repongan de
las consecuencias para emprender un nuevo camino y encontrar una salida a su
reivindicación nacional.
No somos ingenuos, Lo ocurrido podía
pasar. Lo sabíamos. La experiencia, en nuestro caso, nos llevó a buscar una fórmula propia para
avanzar en el autogobierno. La vía del nuevo estatus para Euskadi sigue
abierta. Nadie garantiza que prosperará. Pero lo vamos a seguir intentando.
Porque creemos en ella y hemos aprendido de la historia. Nada tenemos que reprochar
a nadie. Y mucho menos a los catalanes. Tan solo, hacer una llamada de atención a tanto iluminado que
aquí nos reprochó no seguir
miméticamente lo que ocurría en Catalunya. En el pasado sufrimos también la
burla de otra candidatura de Unidad Popular – Herri Batasuna- y aprendimos la
lección.
Desde que el PNV naciera, hace ya 120
años, hemos transitado políticamente
buscando la meta de una Euskadi reconocida como nación que sea dueña de su
propio destino. Nadie, por lo tanto, pede darnos lecciones en relación al derecho
a decidir, su reconocimiento y ejercicio práctico. Es un acervo que llevamos integrado en nuestro ADN de
formación política.
Las consultas populares celebradas la
pasada semana por la asociación Gure
Esku dago, fueron acogidas con ilusión y simpatía por miles
de ciudadanos vascos. La respuesta
obtenida –cerca del 30% del censo establecido en el marco territorial llamado a la participación- no resulta desdeñable, pero no es suficiente.
Si lo pretendido era socializar entre la población la aceptación del derecho a
decidir como un principio democrático básico e ir perfeccionado los mecanismos y las técnicas de consulta, el
experimento resulta valioso. Pero, si lo que algunos querían era centrar el
foco en las respuestas obtenidas ante unas determinadas preguntas, el resultado resultó intrascendente.
Poder decidir es un objetivo. Otro bien
distinto es decidir “qué” y con qué consecuencias. Eso necesita poso.
Conciencia nacional mayoritaria. Practicidad y realismo. Necesita que la
movilización social tenga un proyecto político concreto que validar y
respaldar. Un proyecto que concite un consenso básico y que no fracture. Pedir
a la gente que se manifieste y que lo haga con ilusión está muy bien. Pero para
que la ilusión sea plena y no genere desengaño, es preciso que ese hecho
positivo, individual e intransferible,
resulte práctico. Que la voluntad no se quede en voluntarismo.
Democracia, legitimidad y legalidad. Movilización
social y acuerdo institucional.
Esa es la fórmula.
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