sábado, 11 de junio de 2016

¿DE QUÉ SE RÍEN LAS CUP?

Una fotografía descontextualizada puede generar interpretaciones alejadas de la realidad y hacer creer que lo que se ve es algo diferente de lo que en verdad ha ocurrido mientras se plasma la instantánea. A lo mejor me equivoco pero intentando interpretar la imagen publicada por varios medios catalanes en la que se presenta a varios diputados de las CUP desternillándose de risa tras el consejo nacional de esta entidad en el que decidieron tumbar los presupuestos de la Generalitat, mi primera impresión pasa por la consternación. ¿De qué se ríen las CUP?


La comunicación no verbal es la primera que nuestro cerebro codifica y el mensaje gestual marca extraordinariamente la percepción de quien lo recibe. En un proceso comunicativo, lo que decimos es, sin duda alguna, lo importante. Pero, el cómo se dice, certifica y acentúa la credibilidad o el impacto del contenido expresado. Me lo recordaba hace ya un tiempo un experto en la materia. En un discurso, el 55% de la audiencia retiene las sensaciones de la comunicación no verbal. El 38% el tono del orador y solamente el 7% valora el contenido de lo dicho.

Señalo todo esto para intentar  codificar esa foto que me ha impresionado. La imagen estaba captada en la sede de las CUP. La ejecutiva de las Candidaturas de Unidad Popular acababa de decidir, no sin  división interna, mantener la enmienda a la totalidad de los primeros presupuestos presentados por el Gobierno de Carles Puigdemont. Se trataba de un desafío en toda regla que podía hacer saltar por los aires el incipiente “procés” hacia un  Estado Catalán.  Un momento  de alta tensión política y de inusitada gravedad. Pero he aquí  que la representación anticapitalista posaba ante los informadores gráficos como si hubiese salido de un botellón colectivo o de la celebración del cumpleaños de Anna Gabriel, la controvertida dirigente  antisistema  que  indisimuladamente se “partía la caja” ante los periodistas allí presentes.

Tal vez me equivoque pero dicha fotografía simboliza la burla de los antisistema de las CUP a millones de catalanes, cuya voluntad inequívoca de avanzar hacia nuevos escenarios de soberanía ha sido frenada en seco por un puñado de diputados sin palabra, sin compromiso y con mucha desvergüenza.

La decisión de las CUP de rechazar el presupuesto de la Generalitat se hizo firme en la sesión plenaria del Parlament de Catalunya el pasado día 8. Tras seis horas de debate, las CUP hacían efectivo su bloqueo a las cuentas de la Generalitat y dejaba en la estacada al gobierno soberanista de Junts P´el Sí. Los anticapitalistas, con el aplauso del unionismo catalán,  ponían contra las cuerdas  al president Puigdemont y rompía su compromiso de estabilidad. El “procés” quedaba interrumpido.

Jordi Turull, portavoz de JxSí , se dirigió directamente a los parlamentarios  anticapitalistas; “Lo que han hecho hoy es muy grave. ¿Podrán aguantarle la mirada a aquellos miles de catalanes que llevan más de 4 años movilizándose?”. Cuatro años de movilización. Cuatro años superando obstáculos. Cuatro años expresando nítidamente la voluntad de no rendirse y de encontrar una vía para construir una nueva Catalunya. Cuatro años bajo la amenaza de la intervención, bajo el bloqueo del Estado,  bajo la sombra de los tribunales. Cuatro años de decisión. De sacrificio. Con un president  que dio un paso a un lado para no entorpecer la marcha. Con otro president que dio un paso adelante, para recoger el testigo. Lo que en cuatro años no pudo detener el Gobierno español con su  cerrazón a Catalunya, lo consiguió las Candidaturas de Unidad Popular (Herri Batasuna?), un colectivo sin prejuicios  que se rió a la cara  de quienes habían puesto sus ilusiones vitales del lado de la independencia.
El president Puigdemont ha sido claro; de haber conocido de antemano la deslealtad de las CUP, no habría aceptado encabezar el gobierno que liderara el “procés”. Y ha anunciado que en unos meses presentará una moción de confianza para conocer si su gobierno y la “vía catalana” tienen respaldo aún en sede parlamentaria.
El camino unilateral, si tenía poco recorrido, parece haber acabado. Las CUP lo han cerrado. Y han roto las ilusiones de convergentes y republicanos. De los municipios por la independencia. De la Asamblea Nacional, de Omnium y de todos los que unieron sus fuerzas fiándose de quienes han demostrado que prefieren romper a construir.

Ahora toca recomponer el panorama. Volver a coser costuras para diseñar un nuevo camino. Más trabajoso y difícil. Buscar nuevas complicidades y establecer una estrategia quizá menos ambiciosa pero tal vez más realista que haga prosperar los anhelos de autogobierno del Pueblo catalán. Y, quizá, inevitablemente, volver a las urnas para convalidar la nueva vía.

Los nacionalistas catalanes ya saben lo que son las CUP.  Cual es su palabra y su compromiso. No volverán a caer en sus trampas.
Los “amigos” de Otegi y Pernando Barrena se han  burlado de todos. Y , al final , el escarmiento ha llegado.

Quienes desde Euskadi seguíamos con interés y pasión el proceso catalán, temíamos que tanto esfuerzo colectivo quedara empantanado. Por la dureza  y dificultad del camino y por la falta de fiabilidad de algunos participantes en el mismo. Pese a todo, hacíamos votos para que el  resultado final resultara satisfactorio. Los catalanes se merecían el premio de decidir por sí mismos el futuro. Lo siguen mereciendo. Habían optado democráticamente por una salida  y la apoyamos y respetamos sin complejos. Aunque, en nuestro caso, en Euskadi, optáramos por otra distinta. Reivindicaciones análogas con diferente ecuación resolutiva. Ahora que la frustración puede llegar a Catalunya, seguimos al lado de quienes pusieron toda la carne en el asador en defensa de lo que creían mejor para su pueblo. Estaremos con ellos para que superen este sabotaje interno. Y se repongan de las consecuencias para emprender un nuevo camino y encontrar una salida a su reivindicación nacional.

No somos ingenuos, Lo ocurrido podía pasar. Lo sabíamos. La experiencia, en nuestro caso,  nos llevó a buscar una fórmula propia para avanzar en el autogobierno. La vía del nuevo estatus para Euskadi sigue abierta. Nadie garantiza que prosperará. Pero lo vamos a seguir intentando. Porque creemos en ella y hemos aprendido de la historia.  Nada tenemos que reprochar a nadie. Y mucho menos a los catalanes. Tan solo, hacer  una llamada de atención a tanto iluminado que aquí  nos reprochó no seguir miméticamente lo que ocurría en Catalunya. En el pasado sufrimos también la burla de otra candidatura de Unidad Popular – Herri Batasuna- y aprendimos la lección.

Desde que el PNV naciera, hace ya 120 años,  hemos transitado políticamente buscando la meta de una Euskadi reconocida como nación que sea dueña de su propio destino. Nadie, por lo tanto, pede darnos lecciones en relación al derecho a decidir, su reconocimiento y ejercicio práctico. Es un acervo  que llevamos integrado en nuestro ADN de formación política.

Las consultas populares celebradas la pasada semana por la asociación Gure Esku dago, fueron acogidas con ilusión y simpatía por miles de ciudadanos vascos.  La respuesta obtenida –cerca del 30% del censo establecido en el marco territorial  llamado a la participación-  no resulta desdeñable, pero no es suficiente. Si lo pretendido era socializar entre la población la aceptación del derecho a decidir como un principio democrático básico e ir perfeccionado  los mecanismos y las técnicas de consulta, el experimento resulta valioso. Pero, si lo que algunos querían era centrar el foco en las respuestas obtenidas ante unas determinadas preguntas,  el resultado resultó intrascendente.
Poder decidir es un objetivo. Otro bien distinto es decidir “qué” y con qué consecuencias. Eso necesita poso. Conciencia nacional mayoritaria. Practicidad y realismo. Necesita que la movilización social tenga un proyecto político concreto que validar y respaldar. Un proyecto que concite un consenso básico y que no fracture. Pedir a la gente que se manifieste y que lo haga con ilusión está muy bien. Pero para que la ilusión sea plena y no genere desengaño, es preciso que ese hecho positivo, individual e intransferible,  resulte práctico. Que la voluntad no se quede en voluntarismo.
Democracia, legitimidad y legalidad. Movilización social y acuerdo institucional.

Esa es la fórmula.  

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