viernes, 29 de enero de 2016

GOMINOLAS DE TXAKOLI

Ayer amanecí extraño. Llevaba días en esa condición pero no me dí cuenta hasta ese momento. Tuve una sensación rara. No cabía desperezarme. La vista se me nublaba y lejos de centrarme actuaba como un autómata. El agua de la ducha no conseguía espabilarme. Al contrario.  Acentuaba la sensación inexplicable y el desenfoque  de lo que me rodeaba crecía a medida que el chorro de  líquido elemento se intensificaba.  Todo lo veía distorsionado, sin un punto de claridad. Y me asusté. ¿Qué me ocurría?. ¿tendría algún problema físico no detectable hasta ahora?. Conseguí enjuagar el champú y en ese gesto de masajear la cabeza encontré una de las causas de mi inquietud. Me estaba duchando con las gafas puestas. Suspiré. Me quité las lentes. E inicié esa liturgia habitual matutina que antecede a la jornada laboral. Acicalado, afeitado, el café, el coche...

La rutina no había hecho sino incidir en el atolondramiento. Con la tercera infusión de cafeína pude practicar un corto examen de conciencia. Durante tres noches consecutivas me había desvelado. Un mismo sueño me perseguía. No era una fabulación extraordinaria. Ni una ensoñación épica. Eran enmiendas. Sí. Textos a reconsiderar, a transaccionar. Un trámite tedioso que se repetía una y otra vez. Aunque me despertase, recuperado el espacio inconsciente volvía al expediente. Tres noches, tres con la misma matraca.

Luego me dí cuenta  de que mi comportamiento de las últimas horas resultaba insólito. No por lo de las gafas en la ducha. El miércoles, por ejemplo,  percibí que cuando anudaba la corbata –el único día que la llevé puesta- esta no casaba en mi cuello. La razón es que ya tenía otra perfectamente situada en la camisa. Tampoco había caído en la cuenta de que en las dos últimas jornadas estuve tan ensimismado que se me había olvidado almorzar (tampoco sentí necesidad, ni se me nota la vigilia), y, en la noche, en los preparativos de la cena saqué a la mesa dos veces el juego de platos y vasos. La conclusión fue obvia. Estaba al borde de la saturación. En mi cabeza no cabía más. Tenía tantas cosas acumuladas, que en mis estanterías del cerebro comenzaban a desbordarse carpetas.

Mucha materia en la agenda concentrada en poco tiempo que han puesto a prueba mis capacidades. Y me han dicho  que necesito un respiro. No pretendo dar pena, ni compasión.

“¿Agobiado?.- me preguntó un compañero mientras me dejaba un periódico encima de la mesa.
.- Un poco –respondí-, pero peor están otros.
.- Ya, ¿has visto el titular de la portada?.
.- Sí. Jodé, por fin una buena noticia.
.- ¿Una buena noticia?
.- Sí. ¿No has leído?. En la escuela de hostelería  están haciendo “gominolas de txakoli”.
.- Eso es hacer lectura selectiva. ¿y el titular gordo?.¿Qué me dices?.
Volví los ojos a la portada y  entonces  adiviné lo que me decía. “Cuarenta exministros socialistas aprietan a Sánchez para que no pacte con Podemos”.

Pobre Sánchez. Ese sí que debe estar agobiado de verdad. Empujado por Iglesias hacia la pared, el dirigente socialista se enfrenta a un Comité Federal en el que su voluntad de liderar un “gobierno” del cambio puede desvanecerse. Primero fueron las baronías, más tarde la presión mediática del grupo PRISA.  Faltaba Felipe González y su “laissez faire, laissez passer” .Y, en último extremo, la “vieja guardia”. Leguina, Solchaga, Eguiagaray y Marugan, entre otros, entraban en el debate interno  capitaneados por Corcuera que abrió la puerta de la discusión  con una patada. Con su mejor estilo.

La configuración del nuevo gobierno español  está dejando situaciones insospechadas. La primera de ellas, la falta de iniciativas a encarar alternativas reales para constituir un ejecutivo. Se habla a través de los medios de comunicación. Como si todo dependiera del último titular publicado o emitido. En segundo término, las pocas iniciativas visibles pretenden neutralizar al adversario. No son acciones propositivas. Lo que se pretende es  que el rival no gobierne. Se habla de vetos, de líneas rojas, de descartes. Ni de programas o reformas.  

Rajoy  llama a la responsabilidad. Pero no la asume ante los nuevos casos de corrupción que le afectan directamente como presidente de un partido infectado. Los suyos cierran filas ante él y eso indica que no temen a un eventual fracaso de investidura y a la repetición de elecciones. Cosa distinta sería que, acontecida esta hipótesis volvieran  a encontrarse en minoría. Eso sería harina de otro costal.

El reencuentro con las urnas es un cálculo que “Podemos” también vería con buenos ojos. O al menos Pablo Iglesias. Sus diferencias con algunas de las formaciones con las que han compartido candidatura comienzan a verse. E incluso hay quien afirma que la sintonía con Errejón no es ya la que era. Que este último  apuesta “de verdad” por un acuerdo programático con Sánchez.  Pero la alternativa “leninista 3.0”, como la bautizara Felipe González tiene en el dirigente de la coleta a su principal valor y estratega. Yo no descartaría nuevos movimientos tácticos en breve plazo tendentes a ahogar a Pedro Sánchez. Y, con ello,  presentarse nuevamente ante el electorado con la vitola de ser el único cambio progresista posible.

Lo del Partido Socialista es todo un misterio. Bueno, veremos que ocurre en ese  esperado Comité Federal que hoy  tiene cita para saber si el “pobre Pedro” tiene opciones de algo más que ahogarse en la orilla de la playa. Corcuera, que sufre del corazón, dice padecer  arritmias  cuando escucha hablar a alguno de los suyos. Al marcapasos de Sánchez  se le pueden agotar  pronto las pilas. Veremos.

Eso es lo que hacemos. Contemplar desde el tendido. Con un paso de distancia para no perder detalle del espectáculo. Es mejor así. Bastantes problemas propios tenemos como para meterse en casa ajena. Cuando llamen, si es que llaman, opinaremos. Y actuaremos si es preciso.

Mientras tanto, lo nuestro pasa por la crisis del acero que nos amenaza con destruir actividad económica y empleo. Por culpa de una factura eléctrica  desorbitada que impide a nuestras empresas competir con el mercado asiático.  
Nos preocupa, y de que modo,  la caída brutal de la recaudación en el final del pasado año. Un parón similar al que se produjo cuando la crisis entró de sopetón a finales de 2008.  Dicen que la falta de ingresos públicos obedece a la caída del precio del petróleo y, por consiguiente a la de sus productos refinados. El palo ha sido fuerte y habrá que cerciorarse de si  el efecto ha sido coyuntural  y ha afectado al cierre de 2015, o si se prolonga en el año en curso. De ser así, el cinturón de las administraciones públicas no podrá soportar  un agujero más de ajuste. Y, se quiera o no, habrá que tomar medidas excepcionales que nos permitan sostener  el difícil equilibrio de mantener los servicios públicos. Aunque todavía escuchemos voces de quienes siguen clamando por una sociedad del “gratis total”, de más gasto público, de levantar  las barreras en las autopistas. Voces que claman por la bajada de impuestos o por incrementar sin límites las prestaciones sociales –el gasto por habitante en Euskadi duplica la media del Estado español-. Como si  éste fuera un país de jauja. Para juergas, Celtiberia, no Euskadi.

No caben ya más cosas en la cabeza. Dejemos el juego de tronos para otros y ocupémonos de lo que de verdad  nos aprieta.

Salgo a resetearme un poco. Quizá encuentre las gominolas de txakoli. Mis neuronas las necesitan.  

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