Hay pocas cosas que puedan significar una premonición tan clara. Ver caer desde lo alto de un
camello al mágico rey Melchor, no una sino tres veces, es todo un augurio que
vaticina un tiempo venidero plagado de obstáculos y sobresaltos. La escena se
repitió en la pasada cabalgata donostiarra y desde la Zurriola hasta las
inmediaciones del ayuntamiento el prodigioso rey de la barba blanca se precipitó al vacío desde lo alto de su montura rodando corona y capa ante
la mirada atónita de centenares
de espectadores que se llevaban las manos a la cabeza ante las costaladas de su
majestad y el trajín de un séquito
impotente.
La pasada navidad
vimos la estampida de una pareja de bueyes que acompañaba al Olentzero
en Portugalete. Una escena provocada por los petardos lanzados ante el paso de los animales por algún
descerebrado, pero en esta ocasión no hubo ni causa inducida ni mano
saboteadora que alimentara el incidente.
Fue un hecho natural frente al sobrenatural del personaje. Un camello, una falta de equilibrio, y tres
volteretas, tres, que protagonizadas por
un mortal habrían terminado, de no terciar la magia, en el cuarto socorro.
Afortunadamente la cabalgata pudo restablecerse y los magos
llegados de Oriente supieron cumplir con su cometido. Alguno un poco magullado,
pero el año se inició según el guión, aunque con sobresaltos inesperados.
Que 2016 va a ser un año repleto de dificultades nadie lo
niega. La prolongada crisis económica y sus numerosas secuelas nos han dejado
una fatiga de la que todavía nos costará recuperar. Aunque haya indicios
esperanzadores que nos permitan un respiro. Los últimos datos conocidos en
relación al mercado laboral, con 16.000 desempleados menos en la Comunidad Autónoma Vasca
durante el pasado mes de diciembre, es una bocanada de oxígeno que alimenta el
optimismo. Euskadi se recupera. Crece económicamente y comienza a crear empleo
neto. Lo hace a buen ritmo. Por encima a la media del Estado. Cambiando la tendencia. Pero
ese empleo sigue siendo precario. Es la parte negativa de las “buenas
noticias”.
La coyuntura externa sigue teniendo múltiples incertidumbres
pero con eso ya jugábamos. Ahora toca afianzar el crecimiento, hacer que la nueva
contratación comience a tener estándares de calidad en el empleo y que el
consumo interno comience a funcionar como signo de confianza de las economías
familiares y domésticas.
Tal mejora debe contar con un basamento fundamental; la
estabilidad institucional y política. Viendo el panorama español no podemos ser
optimistas. Pero si nos ceñimos a Euskadi, volvemos a contrastar la enorme
diferencia que caracteriza a los vascos del panorama general.
Entramos en la recta final de la legislatura autonómica. Con
un gobierno en minoría que ha sabido acordar nuevamente un presupuesto y que
pese a las estrecheces de las cuentas públicas se dedica a gestionar con rigor
la gestión de las prestaciones públicas fundamentales. Evitando las brechas,
las desigualdades y el menoscabo de los derechos básicos de la ciudadanía. Alguien
dirá que se trata de un gobierno “soso”, aburrido, sin grandes dosis de
entusiasmo. No lo niego, pero el enorme esfuerzo empleado por el ejecutivo de Iñigo
Urkullu para, en una posición de mayoría minoritaria, capear el temporal y
mantener a flote el país ante el tamaño de la galerna económica y de la
fragmentación parlamentaria, hace que este gobierno vasco sea mirado con
indisimulada envidia por múltiples observadores.
Allá donde vayas, fuera de nuestro ámbito se reconoce sin
complejos el ejemplo de gestión llevada en Euskadi. Desde el campo económico –
con el control del déficit, la minoración de la deuda y la solvencia
presupuestaria- hasta el sostenimiento de elementos diferenciadores en el
bienestar general (la sanidad, la
educación, la innovación, las prestaciones sociales…). Somos los más señalados
del escaparate. Y todo ello sin grandes ruidos. Con una política de alianzas y
acuerdos que se estima como ejemplar. Un modelo
que subrayar frente a la invertebrada política gubernamental observada
en el Estado.
A Urkullu y a su gabinete debemos exigirle que continúe por
la actual senda hasta el final de su mandato. Que acompañe con paso firme y sin
sobresaltos la oportunidad de recuperación económica con la implementación de
sus planes específicos aprobados de cara al empleo, a la inversión, a la
internacionalización, a la innovación…Que siga poniendo encima de la mesa
propuestas y medidas unilaterales en la
búsqueda de la paz y la convivencia ante el inmovilismo de otros. Y que, en la
medida de lo posible, cumpla con sus previsiones legislativas, aunque la actividad
parlamentaria y la fragmentación imposibiliten su finalización en plazo.
Junto al Gobierno vasco nos encontramos con el resto de
instituciones del país; las forales y municipales. Instituciones de mayoría
nacionalista y que en muchos casos avanzan en una incipiente coalición con el
partido socialista. Caminando hacia el primer año de su mandato, las
instituciones forales –diputaciones- deberán, durante este año 2016, además de
afrontar sus específicos programas de gobierno, acciones conjuntas que
consoliden una opción de país. Acciones
conjuntas para mejorar todos,
mancomunadamente, en apoyo a una política común que redunde en el bienestar general, más allá del ámbito
territorial particular. Desde la movilidad y el transporte hasta el medio
ambiente, la cultura o las políticas sociales. La acción mancomunada, una nueva
perspectiva compartida de país, debe comenzar a obtener frutos en este año,
demostrando de forma extraordinaria que,
ámbitos institucionales a un lado, en
esta comunidad se gobierna buscando la sintonía, la complementariedad y la suma
de políticas públicas. Todo ello demostrando que la actual arquitectura
institucional es válida si la voluntad política
sirve para asociarse y sumar. Y
para demostrar que desde el último
ayuntamiento hasta el Gobierno de este país están liderados por equipos
distintos pero unidos por un mismo ideal.
El PNV, el partido que sustenta a este gobierno y a estas
instituciones, verá renovadas sus estructuras en el próximo mes y medio. El
relevo se produce en un momento de calma interna y de fortaleza del mapa
institucional vasco donde los jeltzales ocupan la totalidad del tablero del
país. Pero la arquitectura política
fraguada en una mayoría minoritaria va a seguir necesitando de ímprobos
esfuerzos de diálogo, negociación y acuerdo con otras formaciones para
garantizar el mantenimiento de ese liderazgo. Flexibilidad e interlocución van
a seguir siendo imprescindibles en un horizonte
partidario que aún puede fraccionarse más con la entrada de los partidos
emergentes en las instituciones comunes.
En estos tres últimos años, el PNV ha dado buena cuenta de
sus habilidades negociadoras y de su voluntad de acuerdo. Ha sido y es el
partido referente de este país, y cada acuerdo que ha rubricado ha servido
positivamente para la estabilidad de Euskadi. A la legislatura autonómica le
quedan aún largos meses y el PNV está dispuesto en este tiempo a seguir
cerrando nuevos compromisos políticos de especial relevancia institucional.
Acuerdos en Euskadi. En lo grande y en lo pequeño. En lo local y en lo
nacional. Sin perderse la estéril
controversia declarativa que no conduce a nada.
Sin ir más lejos, la próxima semana, y según las previsiones de la
Cámara, el PNV (el resto de formaciones también
deberán hacerlo) hará entrega en la ponencia correspondiente, de una
reflexión jurídica y política de lo que a su juicio son las bases que propicien
un acuerdo sobre la actualización del autogobierno. Unas reflexiones sin
apriorismos que motiven a variar su posición
a quienes creen que nada debe cambiarse y que haga pisar tierra a
quienes ven posible caminar en el éter. Bases para un acuerdo. Para no
fragmentar la sociedad.
Para avanzar con seguridad.
2016 no va a ser un año fácil. Pero para Euskadi debe
suponer un punto de inflexión en el calendario para, aprovechando nuestras capacidades,
crecer y avanzar. En lo económico, en la convivencia, en el autogobierno. Y aunque los augurios
no aventuren que el futuro próximo sea un camino de rosas, el año
inaugurado debe ser contemplado como una oportunidad para la recuperación y el
despegue definitiva de la crisis.
Euskadi tiene porvenir. Otras realidades, pese a las grandilocuentes
palabras y la altisonancia de la “unidad
nacional” tienen todavía que demostrarlo. Solo les falta pasar la primera mitad del año sin conformar
gobierno. Y eso, hoy por hoy, es posible
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