viernes, 8 de enero de 2016

EUSKADI TIENE FUTURO. ¿ESPAÑA?

Hay pocas cosas que puedan significar una premonición  tan clara. Ver caer desde lo alto de un camello al mágico rey Melchor, no una sino tres veces, es todo un augurio que vaticina un tiempo venidero plagado de obstáculos y sobresaltos. La escena se repitió en la pasada cabalgata donostiarra y desde la Zurriola hasta las inmediaciones del ayuntamiento el prodigioso rey  de la barba blanca  se precipitó al vacío  desde lo alto de su montura  rodando corona  y capa ante  la mirada atónita  de centenares de espectadores que se llevaban las manos a la cabeza ante las costaladas de su majestad y el trajín  de un séquito impotente.

La pasada navidad  vimos la estampida de una pareja de bueyes que acompañaba al Olentzero en Portugalete. Una escena provocada por los petardos lanzados  ante el paso de los animales por algún descerebrado, pero en esta ocasión no hubo ni causa inducida ni mano saboteadora  que alimentara el incidente. Fue un hecho natural frente al sobrenatural del personaje.  Un camello, una falta de equilibrio, y tres volteretas, tres,  que protagonizadas por un mortal habrían terminado, de no terciar la magia, en el cuarto socorro.

Afortunadamente la cabalgata pudo restablecerse y los magos llegados de Oriente supieron cumplir con su cometido. Alguno un poco magullado, pero el año se inició según el guión, aunque con sobresaltos inesperados.   

Que 2016 va a ser un año repleto de dificultades nadie lo niega. La prolongada crisis económica y sus numerosas secuelas nos han dejado una fatiga de la que todavía nos costará recuperar. Aunque haya indicios esperanzadores que nos permitan un respiro. Los últimos datos conocidos en relación al mercado laboral, con 16.000 desempleados menos en la Comunidad Autónoma Vasca durante el pasado mes de diciembre, es una bocanada de oxígeno que alimenta el optimismo. Euskadi se recupera. Crece económicamente y comienza a crear empleo neto. Lo hace a buen ritmo. Por encima a la media del Estado. Cambiando la tendencia. Pero ese empleo sigue siendo precario. Es la parte negativa de las “buenas noticias”.

La coyuntura externa sigue teniendo múltiples incertidumbres pero con eso ya jugábamos. Ahora toca afianzar el crecimiento, hacer que la nueva contratación comience a tener estándares de calidad en el empleo y que el consumo interno comience a funcionar como signo de confianza de las economías familiares y domésticas.

Tal mejora debe contar con un basamento fundamental; la estabilidad institucional y política. Viendo el panorama español no podemos ser optimistas. Pero si nos ceñimos a Euskadi, volvemos a contrastar la enorme diferencia que caracteriza a los vascos del panorama general.

Entramos en la recta final de la legislatura autonómica. Con un gobierno en minoría que ha sabido acordar nuevamente un presupuesto y que pese a las estrecheces de las cuentas públicas se dedica a gestionar con rigor la gestión de las prestaciones públicas fundamentales. Evitando las brechas, las desigualdades y el menoscabo de los derechos básicos de la ciudadanía. Alguien dirá que se trata de un gobierno “soso”, aburrido, sin grandes dosis de entusiasmo. No lo niego, pero el enorme esfuerzo empleado por el ejecutivo de Iñigo Urkullu para, en una posición de mayoría minoritaria, capear el temporal y mantener a flote el país ante el tamaño de la galerna económica y de la fragmentación parlamentaria, hace que este gobierno vasco sea mirado con indisimulada envidia por múltiples observadores.

Allá donde vayas, fuera de nuestro ámbito se reconoce sin complejos el ejemplo de gestión llevada en Euskadi. Desde el campo económico – con el control del déficit, la minoración de la deuda y la solvencia presupuestaria- hasta el sostenimiento de elementos diferenciadores en el bienestar general  (la sanidad, la educación, la innovación, las prestaciones sociales…). Somos los más señalados del escaparate. Y todo ello sin grandes ruidos. Con una política de alianzas y acuerdos que se estima como ejemplar. Un modelo  que subrayar frente a la invertebrada política gubernamental observada en el Estado.

A Urkullu y a su gabinete debemos exigirle que continúe por la actual senda hasta el final de su mandato. Que acompañe con paso firme y sin sobresaltos la oportunidad de recuperación económica con la implementación de sus planes específicos aprobados de cara al empleo, a la inversión, a la internacionalización, a la innovación…Que siga poniendo encima de la mesa propuestas y medidas  unilaterales en la búsqueda de la paz y la convivencia ante el inmovilismo de otros. Y que, en la medida de lo posible, cumpla con sus previsiones  legislativas, aunque la actividad parlamentaria y la fragmentación imposibiliten su finalización en plazo.

Junto al Gobierno vasco nos encontramos con el resto de instituciones del país; las forales y municipales. Instituciones de mayoría nacionalista y que en muchos casos avanzan en una incipiente coalición con el partido socialista. Caminando hacia el primer año de su mandato, las instituciones forales –diputaciones- deberán, durante este año 2016, además de afrontar sus específicos programas de gobierno, acciones conjuntas que consoliden  una opción de país. Acciones conjuntas  para mejorar todos, mancomunadamente, en apoyo a una política común que redunde  en el bienestar general, más allá del ámbito territorial particular. Desde la movilidad y el transporte hasta el medio ambiente, la cultura o las políticas sociales. La acción mancomunada, una nueva perspectiva compartida de país, debe comenzar a obtener frutos en este año, demostrando  de forma extraordinaria que, ámbitos institucionales a un lado,  en esta comunidad se gobierna buscando la sintonía, la complementariedad y la suma de políticas públicas. Todo ello demostrando que la actual arquitectura institucional es válida si la voluntad política  sirve para asociarse y sumar.  Y para demostrar que  desde el último ayuntamiento hasta el Gobierno de este país están liderados por equipos distintos pero unidos por un mismo ideal.   

El PNV, el partido que sustenta a este gobierno y a estas instituciones, verá renovadas sus estructuras en el próximo mes y medio. El relevo se produce en un momento de calma interna y de fortaleza del mapa institucional vasco donde los jeltzales ocupan la totalidad del tablero del país.  Pero la arquitectura política fraguada en una mayoría minoritaria va a seguir necesitando de ímprobos esfuerzos de diálogo, negociación y acuerdo con otras formaciones para garantizar el mantenimiento de ese liderazgo. Flexibilidad e interlocución van a seguir siendo imprescindibles en un horizonte  partidario que aún puede fraccionarse más con la entrada de los partidos emergentes en las instituciones comunes.

En estos tres últimos años, el PNV ha dado buena cuenta de sus habilidades negociadoras y de su voluntad de acuerdo. Ha sido y es el partido referente de este país, y cada acuerdo que ha rubricado ha servido positivamente para la estabilidad de Euskadi. A la legislatura autonómica le quedan aún largos meses y el PNV está dispuesto en este tiempo a seguir cerrando nuevos compromisos políticos de especial relevancia institucional. Acuerdos en Euskadi. En lo grande y en lo pequeño. En lo local y en lo nacional. Sin perderse  la estéril controversia declarativa que no conduce a nada.  Sin ir más lejos, la próxima semana, y según las previsiones de la Cámara, el PNV (el resto de formaciones también  deberán hacerlo) hará entrega en la ponencia correspondiente, de una reflexión jurídica y política de lo que a su juicio son las bases que propicien un acuerdo sobre la actualización del autogobierno. Unas reflexiones sin apriorismos que motiven a variar su posición  a quienes creen que nada debe cambiarse y que haga pisar tierra a quienes ven posible caminar en el éter. Bases para un acuerdo. Para no fragmentar la sociedad. Para avanzar con seguridad.


2016 no va a ser un año fácil. Pero para Euskadi debe suponer un punto de inflexión en el calendario para, aprovechando nuestras capacidades, crecer y avanzar. En lo económico, en la convivencia, en el autogobierno. Y aunque los augurios  no aventuren que el futuro próximo sea un camino de rosas, el año inaugurado debe ser contemplado como una oportunidad para la recuperación y el despegue definitiva de la crisis.  

Euskadi tiene porvenir. Otras realidades, pese a las grandilocuentes palabras y  la altisonancia de la “unidad nacional” tienen todavía que demostrarlo. Solo les falta  pasar la primera mitad del año sin conformar gobierno. Y eso, hoy por hoy,  es posible

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