viernes, 25 de diciembre de 2015

PARTIDO TRABADO, MAGNÍFICO RESULTADO

Un amigo me pedía, en la misma noche electoral del pasado domingo, una valoración a bote pronto  sobre el resultado arrojado por las urnas recién cerradas. El escrutinio  acababa de finalizar y la distribución de escaños estaba aún caliente. No suelen ser esas las mejores circunstancias para establecer  diagnósticos desapasionados porque la adrenalina todavía catapulta el pensamiento.

Intentando abstraerme de la pulsión y de manera sintética, me atreví a dar una opinión utilizando recursos habituales  de la dialéctica  de competición deportiva. “Partido trabado. Muy trabajado. Sin gran juego pero con magnífico resultado”. 

Efectivamente, el resultado obtenido por el Partido Nacionalista Vasco  –seis diputados y seis senadores-  en los comicios a Cortes generales era magnífico. Se garantizaba el grupo parlamentario en la cámara baja, se incrementaba en uno su representación  respecto a la legislatura anterior y en el Senado,  los nacionalistas ganaban dos nuevas actas por Gipuzkoa. En representación, el PNV volvía a ser el principal partido de la Comunidad Autónoma Vasca.  Pero – ahí incluiría yo un “sin perjuicio”- el PNV era superado en número directo de sufragios por “Podemos”, la formación “emergente”  que supo atraerse la simpatía mayoritaria del electorado vasco, siendo, sorprendentemente primera fuerza en Gipuzkoa y Araba y segunda en Bizkaia.

El partido de los círculos había hecho una magnífica campaña –la única con acento pasional-, capaz de movilizar al electorado y que había sabido utilizar el efecto propagandístico de la televisión para influir decisivamente –también en Euskadi- en la  motivación  de quienes aspiraban a que se acabara el gobierno de Rajoy  y con él el periodo político de los recortes,  la corrupción y los conflictos.  Podemos supo atraer en Euskadi a un electorado permeable al “cambio” global sin que contrapusiese tal voluntad inequívoca a la estabilidad interna. 

El PNV sabía del sentir mayoritario en Euskadi por el “cambio”. Eran unas elecciones generales, las más complicadas que siempre afrontan los nacionalistas. Se contaba además con el hándicap de una sobreexposición mediática que polarizaba las opciones  entre cuatro agentes principales. Así que, aún conociendo el “mar de fondo”, el PNV estableció un relato de campaña centrado en el país, en Euskadi. En la necesidad de defender lo propio como elemento diferenciador. Un mensaje que tenía el riesgo de quedar  fuera del imaginario de una contienda global. Pero no. La especificidad vasca obtuvo, nuevamente, un amplio respaldo.

Sin embargo, la positivación del desencanto encontró  fácil entrada aquí y allá. En todos los sectores sociales. También en las clases medias.  Y de manera  significada en los entornos urbanos donde el partido de los círculos, más por simpatía que por afinidad ideológica supo pescar adhesiones de una manera notable. En ese “caladero”, todos los partidos sufrieron las consecuencias  pero de manera especial EH Bildu que no supo darse cuenta  de la competencia directa  que le amenazaba y le segaba la hierba bajo sus pies.

Nadie puede restar mérito a lo conseguido por Podemos. El PNV tampoco. Su éxito en Gipuzkoa, pero especialmente en Gasteiz, donde ha aventajado a los jeltzales en cerca de 20.000 sufragios ha sido determinante  para verificar  la diferencia  de votos finales en el conjunto de la Comunidad Autónoma. Pero no menos  destacables han sido los resultados logrados por las papeletas moradas en la Margen Izquierda de la ría, en Bilbao o en otros municipios vizcainos  donde hace apenas seis meses los de Pablo Iglesias ni tan siquiera presentaron candidatura. 

Una primera enseñanza de estos comicios  resulta  incuestionable; que nadie, ninguna formación tiene votos en propiedad. Que no existen “feudos” o reductos de voto cautivo o disciplinado. El voto es propiedad de los electores y éstos son más selectivos que nunca a la hora de determinar sus preferencias o sintonías. Y que, además, saben expresarla de forma utilitarista, dependiendo de cual sea el destino sobre el que  exprese su voluntad. Electores gasteiztarras que apoyaron a EH Bildu en las elecciones europeas cambiaron su voto  del lado de Maroto en los comicios municipales. Y ahora han vuelto modificar el sufragio del lado de Podemos. 

El elector es mucho más versátil. Vota como consume televisión o como cuando en un supermercado prioriza qué productos se llevará a casa. Este cambio sociológico tiene una profunda connotación. Ya no hay identidades pétreas, inamovibles. Abertzales de sentimiento pueden votar, y de hecho lo hacen, a formaciones políticas de obediencia española y viceversa. De la misma manera que un socio del Athletic le gusta ver partidos del Barça o del Bayern de Munich o telespectadores madrileños que se divierten con “Vaya semanita” mientras aquí gana cuota de pantalla el “intermedio” de Wayoming. .  

Segunda consideración;  la campaña con “alma” moviliza más que el simple impacto publicitario. El elector quiere votar convencido, motivado de que su sufragio vale para algo. En el caso de los comicios generales para acabar con el PP, con Rajoy, con la crisis, con los recortes...Para pasar página en definitiva. Cada votación tiene su sentimiento. Extrapolar miméticamente unos resultados de una consulta popular a otra  llevará a errores de percepción y de diagnóstico. Quienes hoy han visto mermada su representación encontrarán en unas elecciones autonómicas, por poner el caso, la oportunidad de recuperar su espacio. Al mismo tiempo, creer que Podemos  repetirá éxito en los comicios vascos es demasiado aventurado. Es cierto que partirá de un punto de partida inmejorable y que su presencia en el Parlamento vasco estará  prácticamente asegurada pero que su liderazgo actual  aventure su liderazgo futuro es mucho decir. Y creo que no será así. 

Tercera impresión; la política vasca seguirá estando fragmentada por tiempo. El esquema de dos formaciones partidarias por cada familia identitaria (vasca/española) que parecía recuperarse  tras la legalización de la izquierda abertzale tampoco tiene visos de consolidarse.  Hay terreno para partidos “mediopensionistas”. Lo hubo para Euskadiko Ezkerra, para Ezker Batua y ahora lo seguirá habiendo para quienes conjuguen la ambigüedad nacional en su práxis. Por lo tanto, años venideros de conjugar más y mejor la palabra “acuerdo”. Eso nos espera.

En el Estado, la radiografía resultante no es tan clara. Los representantes genuinos del bipartidsmo –PP y PSOE- han perdido notable peso, pero aún son las opciones más votadas. Los “nuevos” presionan para abrirse paso, aunque “Ciudadanos” haya estado por debajo de estimaciones más optimistas. 
Lo importante, tras las elecciones, viene ahora; el cambio o la permanencia del PP. Todo está abierto tras el empate numérico que distintas alianzas  podrían generar. Sin embargo, los primeros movimientos conocidos en el post 20-D inducen a pensar que fuerzas de todo tipo van a presionar  para que un acuerdo global se alcance para evitar la enorme crisis que  podría generar un nuevo paso por las urnas. De repetirse las elecciones por falta de mayorías gobernantes la confrontación resultante  reduciría las opciones a dos ; la derecha representada por el PP y la izquierda de Podemos. Los demás  serían víctimas propiciatorias de la polarización.

Rajoy no lo va a tener fácil para  volver a gobernar. Pero Pedro Sánchez puede que lo tenga peor. No objetivamente, sino porque contra él y la “alternativa portuguesa” que puede intentar liderar, confabulan y presionan todos. Los poderes económicos, una parte de los mandatarios europeos, y hasta un no desdeñable número de “compañeros socialistas”.  Las declaraciones de Susana Díaz, Fernández Vara o García-Page, negando la hipótesis pactista con Podemos y los “separatistas”, las invocaciones a la “unidad de España” y a la responsabilidad, pueden llevar a Sánchez al matadero ya que una gran parte  del electorado  no le perdonaría  bajo ningún concepto que teniéndolo en su mano no hubiera provocado el relevo de Rajoy. Y lo que subyace de las palabras de los barones y de la “sultana”  es que , no estando dispuestos a votar a favor de la investidura de Rajoy, el “patriotismo” puede encontrar  fórmulas de estabilidad. O lo que es lo mismo, un “pacto de Estado” para dar certidumbre a los mercados que despeje la incógnita de los “radicales” y que juegue con el intercambio de sosiego en el Estado y en las comunidades autónomas donde estos socialistas mandan.  Manda güevos. 

El baile no ha hecho sino empezar y todo apunta a que Pedro Sánchez, si no tiene coraje ahora, será un cadáver mañana. ¿Será como dice Munilla por el “bien común”?.

Hay que estar enfermo, muy enfermo para pensar así. 

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