viernes, 30 de octubre de 2015

ESTAR EN GUARDIA

En esta vida siempre hay que estar en guardia. No es una cuestión baladí. Ni un apriorismo de quien vive obsesionado por la seguridad, la certeza, la certidumbre. No. Es, simplemente la constatación de que en esta vida pasan cosas que creías que, por lógica, no podían ocurrir. Pero suceden.

Lo he sentido en carne propia. Y de qué manera. 
Como toca en esta etapa del año, los termómetros acusan un descenso de las temperaturas. La semana pasada, sin ir más lejos, tuvimos unos días en los que la frescura  pasó a ser frío en las horas nocturnas y en el amanecer. No demasiado pero frío al fin y a la postre. El otoño hacía acto de presencia  y aunque el “veranillo” y el viento sur  en las últimas jornadas han dado tregua al relente, la nueva estacionalidad me llevó a creer  que la etapa de moscas, mosquitos y otro tipo de insectos voladores, había sucumbido.
En esa percepción de que  el tiempo del insecticida se había acabado, por efecto de la  pura climatología, bajé la guardia. Y me equivoqué.

Fue un “déjà vu” que en algún otro momento también he relatado.  Serían las tres y media de la madrugada –hora cambiada- cuando entre sueños, pude percibir  su inconfundible presencia.  Varios vuelos rasantes próximos a mi oreja derecha, dejaron  ese inconfundible zumbido que causó mi desvelo. Encendí la luz. Lo busqué en los alrededores de la  lámpara. No dí con él. Volví a la oscuridad, confiando en que todo fuera un mal sueño.  Pero no. “Elhijoputa” jugaba al escondite. Como víctima propiciatoria, rendido ante una amenaza no prevista, cerré los ojos. “Que sea lo que Dios quiera”. Y me sumergí nuevamente en el sueño.

La mañana siguiente me encontré con las consecuencias. Uno, dos y hasta tres habones  en el brazo derecho. Uno más en el nudillo de un dedo y  una pequeña hinchazón en el lóbulo de una oreja. Si sólo había sido un mosquito, se había puesto la botas Al levantarme, no me pesé, pero de haberlo hecho, estoy seguro de que habría perdido, mínimo, medio kilo. Mosquito glotón.

Acribillado, picajoso,  con ánimo de venganza, lo busqué por toda la estancia. Estaba decidido a acabar con él. Aunque llevara mi misma sangre. O precisamente por ello. No supe encontrarlo. La amenaza latente seguía escondida. A la espera de que volviera a bajar la guardia. Pero ya no me pillará desprevenido.  Desde hace cuatro noches duermo como un lirón. No me cuesta demasiado sumergirme en el sueño.  Creo que la dosis de insecticida que aplico a la habitación antes de acostarme  me ayuda a entrar en trance de manera inmediata. Y el mosquito, llamado “elhijoputa” no ha vuelto a dar señales de vida. Espero que el remedio no sea peor que la enfermedad.

Desde que el pasado día 29 de septiembre se celebraran los comicios catalanes, la efervescencia política causada por la mayoría parlamentaria independentista había, en cierta medida descendido en notoriedad. Las dificultades de Artur Mas para ser reelegido, la escasa comunicación desarrollada por los partidos y las actuaciones policiales-judiciales contra Convergencia y la familia Pujol, hicieron creer a muchos que el “desafío catalán” se disolvía como un azucarillo en el agua.

Nada más lejos de la realidad. Quienes comenzaban a “sacar pecho” afirmando que las desavenencias entre los independentistas podían conducir a Catalunya a unas nuevas elecciones, despertaron súbitamente de su ensoñación con la presentación de la propuesta de resolución firmada por  los grupos de “Junts pel Sí” y la Candidatura d´Unitat Popular por la que se reclamaba del nuevo Parlament  “el inicio del proceso de creación del estado catalán independiente en forma de República”.

El desafío de ruptura, planteado como mandato democrático tras las elecciones de septiembre volvía a presentar el problema catalán de manera descarnada  y en todo su apogeo. La rapidez con la que los defensores de la independencia han decidido tomar posiciones –pretenden que la declaración solemne sea aprobada el día 9 de noviembre- ha descolocado un tanto las previsiones que sobre el proceso se tenían.  En el pacto inicial entre Convergencia, Esquerra, la Asamblea Nacional y Omnium, hablaba de 18 meses como plazo para el tránsito hacia la “desconexión”. Un tiempo suficiente para albergar la hipótesis de una negociación entre las partes que pudiera reconducir el choque de trenes a una solución pactada. La nueva iniciativa planteada acorta sensiblemente el horizonte.

Las razones para esta inmediatez  tal vez puedan encontrarse en las necesidades internas de los patrocinadores de la declaración que han encontrado grandes dificultades para la nominación del nuevo president. Una cuestión  nada baladí ya que lo que está en juego es determinar quien será el capitán de este proceloso viaje hacia la “República catalana”.

La consecuencia inmediata de este punto y seguido en el proceso soberanista, ha sido la activación en el Estado de un frente unionista que pretende impedir cualquier paso adelante hacia la segregación. El gran beneficiado de todo ello ha sido y será Mariano Rajoy, a quien la activación  catalanista ha dado la gasolina que no tenía para recuperar su  espacio perdido  en el liderazgo de la españolidad. Y eso, en clave electoral, puede hacer que el PP haya encontrado un bálsamo en su paulatina debilidad demostrada en todas las encuestas.

La otra opción que refuerza su expectativa en clave demoscópica es “Ciudadanos”. El partido de Albert Rivera , gracias a su mensaje indisimulado de “patriotismo español” sin  matices, gana enteros de cara a los comicios generales de diciembre. Y lo de “ganar enteros” también tiene que ver con el apoyo soterrado que esta formación parece haber ganado, entre otros, por los  opacos líderes del Íbex 35, con quienes Rivera ha mantenido discretos contactos. El resto, el PSOE de Pedro Sánchez y el “Podemos” de Iglesias,  pierden fuelle ante el “cara o cruz” de unos comicios generales que, a este paso, se convertirán en un pulso  entre quienes  con mayor vigor defienden la unidad de España  y quienes son complacientes con los independentistas catalanes.

Rajoy ha echado mano del cumplimiento de  la ley. Una vez más.  Y no ha escondido ni tan siquiera la posibilidad de suspender la autonomía catalana. Ha hablado de los nacionalismos como causas  y argumentos  de guerras y desgracias humanitarias.  Y se ha investido de “Capitán Trueno” al grito se “Santiago y cierra España”.
Rivera, por su parte,  ha prometido un acuerdo para dejar fuera a los nacionalistas  de cualquier  diálogo político futuro. Ha amagado con  eliminar el Concierto, la Disposición Transitoria cuarta. Hasta ha intentado que el idioma gallego deje de ser oficial en el concello de Ferrol.

¡Ay ama!. La que se nos viene encima. Preparémonos para lo peor. Vayamos poniendo sacos terreros para que la inundación que se avecina no nos ahogue.

La Izquierda abertzale, tan dispuesta ella a propiciar una “Vía vasca a la independencia”, ha mantenido el argumento de que le propuesta del nuevo estatus propiciada por el PNV no ha sido sino un subterfugio para perder el tiempo. Que el PNV se siente cómodo con la situación actual y que no arriesgará en buscar oportunidades para avanzar en la soberanía de Euskadi. Avanzar, en cualquier caso, supone ganar terreno al ya conquistado. Dar pasos adelante sin el riesgo de caer en el camino a las primeras de cambio.

Decir que en el 2015 no se podrán cumplir las previsiones de presentar un texto articulado de nuevo estatus y someterlo a referéndum puede resultar desalentador y hasta frustrante. Sobre todo para quien había comprometido su palabra en ello. Pero una cosa es admitir que el plazo no se cumplirá y otra bien distinta borrarse del propósito. El PNV no lo ha hecho. Es más, ultima su propuesta, sus alternativas, al tiempo que pide a las demás fuerzas políticas que, de aquí a diciembre, pongan las suyas también encima de la mesa. Para intentar buscar puntos de acuerdo que garanticen el éxito de la empresa.

Volver a situarse detrás de una pancarta será todo lo reivindicativo que se quiera pero los efectos  de esa dinámica resultan  conocidos. Treinta y cinco años detrás de las pancartas no han generado ni un sólo rédito al autogobierno de este pueblo. La clave del resultado está en articular propuestas posibilistas, capaces de ser llevadas a la práctica.  Y, con ellas, concitar acuerdos que puedan ser sometidos a la ciudadanía.  Gritar “independentzia!” está muy bien. Conseguir, por la vía del derecho, ser menos dependientes, es mucho mejor. Mucho más efectivo. Pero para eso hay que tener no uno, sino los dos pies dentro donde se decide qué hacer y cómo. Y estar alertas ante lo que pase a nuestro alrededor. 

1 comentario:

  1. Koldo es el PNV un partido independentista si o no? Considerando que SI entiendo que los movimientos son lentos pero certeros, vamos poco a poco, pero quizás mi hijo tenga mas prisa que yo. Nosotros llevamos años de lucha queriendo alcanzar unas cotas de autogobierno que vayan contentando a la mayoría social. Pero no por ello perdemos nuestro horizonte "UNA NACION" me da igual dentro de que, pero una NACION". Como desmontar el sentimiento de ser solo vasco ante los ataques que se producen desde el estado?. Cada vez que alguien empieza a dudar de nuestro concierto, nuestra lengua, nuestra cultura y todo lo nuestro, menos posibilidades de contentar al pueblo con el "mas autogobierno".
    Se que el paso adelante es difícil y se que a mis 50 años no vere mi sueño "EUSKAL HERRIA" , pero me niego a quedarme sentado , esperando que alguien externo decida sobre mi/nos el futuro de mi patria. Os animo a todos desde vuestras posiciones a seguir y convencer, seguir y convencer , con realidades y hechos que nuestro futuro es nuestro. GORA EUSKADI ASKATUTUTA!!

    ResponderEliminar