viernes, 25 de septiembre de 2015

MAÑANA

Mañana, domingo 27 de septiembre, cinco millones y medio de catalanes están llamados a las urnas  para elegir a los 135 representantes que  constituirán el nuevo parlamento en un mandato extraordinario.

Cualquier observador  medianamente informado  habrá percibido que estas elecciones, formalmente autonómicas,  son mucho más. Son el punto de inflexión de un proceso político excepcional, y se quiera reconocer o no, se han convertido en un auténtico plebiscito a favor o en contra de la independencia de Catalunya.

El resultado, a escasas horas de que los colegios electorales abran sus puertas, se presenta incierto. Dependerá del nivel de participación que se alcance. Los partidarios de la independencia parecen tener claro que sus votantes  están activados y que tienen asegurada su presencia en las urnas.  Quienes defienden el mantenimiento del actual estatus, han hecho un esfuerzo para lo que Rajoy llama “mayoría silenciosa”  opte finalmente  por movilizarse. Estiman que todo porcentaje superior al 72-73% de participación decantará la balanza  del lado unionista.  Habría sido más sencillo y más legítimo, para hacer una lectura real del sentir mayoritario, llevar adelante un referéndum pactado. Como en Escocia hace un año.  Pero la cerrazón de quienes  se obstinan en no reconocer  el problema político existente, nos ha llevado a este escenario incierto pero decisivo.

Pese a la opinión formal de los partidos estatalistas  de que las elecciones  no son un plebiscito, su comportamiento práctico de campaña, ha dado al 27-s  rango sancionador en tal sentido. Y como tal, el electorado catalán ha asistido a una confrontación  visceral  y rotunda, tendente a determine el sentido final de un sufragio inequívoco; partidarios de la independencia o detractores de la misma. No ha habido lugar para los matices, ni para las posiciones templadas. Eso tendrá sus consecuencias directas  y quienes las pagarán en primer grado serán las formaciones políticas que han apostado  por mensajes inclusivos, por ofrecer una gama de grises  frente al blanco y negro de la contienda general.

En ese escenario de confrontación dos han sido las propuestas  repetidas en estos días de campaña. Quienes han apostado por la vía de la independencia  han apelado al “voto de tu vida”. Una invitación  a la esperanza, a la ilusión  y a la importancia de una decisión personal y colectiva determinante.

Al otro lado se ha situado el voto del miedo, de la incertidumbre, del paro, de la salida de la Unión Europea,  de la quiebra comercial y económica, de la pérdida de derechos, de la discriminación, del “corralito”. Expectativa, oportunidad, frente a desconfianza e inseguridad. Todo ello aliñado con dosis identitarias  que han abierto nuevamente los discursos de las dos comunidades –autóctonos frente a asimilados-. Una contienda global en la que se ha intentado fragmentar el electorado en dos frentes.

Y en esa pugna dual,  se han cometido tropelías  que indican la falta de  escrúpulos a la hora de sobrepasar los límites democráticos que toda cita electoral debe tener.
Algo muy grave y muy oscuro ha debido ocurrir cuando se ha llegado a manipular  tendenciosamente  una respuesta oficial del presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker. Falsear una declaración  del presidente europeo, subvertirla de error en la traducción,  indica el nerviosismo y el juego sucio que desde los poderes del Estado español se ha activado en relación a Catalunya.  ¿Tan inseguros están  del resultado electoral que se han visto obligados a  falsificar un pronunciamiento oficial  del más alto mandatario de la Unión Europea?.

El desenlace, por lo menos en cuanto a votos, está próximo. Mañana se despejará una primera incógnita. Pero no el conjunto de la ecuación.
Mañana a la noche estaremos en disposición de saber si los partidarios de la independencia han conseguido la mayoría absoluta de escaños y votos.  Si es así, alguien tratará de minimizar el impacto diciendo que, sobre censo, el resultado sigue siendo minoritario. Si la mayoría que se alcance es en escaños y no en votos, se atacará  ese flanco. Tampoco es descartable  un fracaso  de las expectativas  independentistas echando por tierra todas las previsiones establecidas en las encuestas previas.

Lo reitero, un referéndum, como el celebrado sin traumas hace un año  en Escocia, habría sido el procedimiento más adecuado, más claro, limpio y determinante. Quienes entienden la legalidad como una jaula, como un corsé inalterable e imponen su interpretación, aunque no sea la única,  lo han impedido.   

Sea como fuere, el proceso catalán no finalizará este domingo.  Auguro que  todavía tendrá mucho recorrido. En el tiempo y en las decisiones que se vayan a adoptar.
Corresponde en exclusiva al Pueblo de Catalunya expresarse libremente en las elecciones de mañana. A quienes desde la distancia hemos seguido con interés el proceso  que desemboca ahora,  nos corresponderá respetar el veredicto de los votos, su representación y las consecuencias sobrevenidas por ese ejercicio democrático. Sea cual fuere el resultado determinado en las urnas.

Si los catalanes tienen mañana una cita ineludible, los nacionalistas vascos también tenemos marcada la agenda del domingo. Para la gran familia del PNV, llega el Alderdi eguna, un encuentro anual en el que  lo reivindicativo y lo festivo se dan la mano.
Las campas de Foronda nos acogerán este año bajo el lema “Zu zara gure indarra”-‘Tú eres nuestra fuerza’.

Es un mensaje  dirigido principalmente a nuestros afiliados y afiliadas. A los que lo fueron y a las que lo son hoy.
Ellos y ellas son la verdadera fuerza del PNV. El estímulo, la gasolina, que ha permitido a una formación política nacida en el siglo XIX mantenerse en forma y afrontar con vigor los retos del XXI.

Recientemente, una periodista me preguntaba si el éxito electoral del PNV residía en la moderación de su mensaje. Mi respuesta fue negativa. La energía del PNV estriba en estar pegado a la realidad del país. A su conexión con la sociedad. Porque el PNV es, salvando las distancias,  una sociedad vasca hecha a escala. Más que un partido al uso es un movimiento formado por  personas diferentes. De origen, condición, género y edad distintas. Pero que les une su voluntad  y compromiso con Euskadi, con una nación que busca su  pervivencia en el mundo. Y lo hace desde la convicción del raciocinio, de los derechos humanos,  de la justicia, de la libertad y la democracia.

Así, generaciones y generaciones de vascos  se han mantenido fieles a ese ideal, a esas siglas que por más penalidades y contratiempos padecidos se mantienen sólidas y pujantes.

Y, el segundo factor de éxito achacable al nacionalismo vasco es, a mi juicio,  la inteligencia con la que encamina sus pasos. Con corazón y cabeza. Con ideas claras y firmes  pero con una práxis  de realismo que huye de la demagogia. Porque el principio de responsabilidad, tan denostado en estos tiempos de la política-espectáculo, es fundamental  para garantizar que la construcción nacional  se haga  desde bases sólidas, garantizando el bienestar de las personas, salvaguardando sus intereses colectivos en una libre adhesión de voluntades mayoritaria.

La importante representación institucional que la sociedad vasca ha confiado al PNV en los últimos tiempos confirma  el acierto de la estrategia y la acción política del partido jeltzale. Tal hecho, el liderazgo indiscutible en el plano institucional,  no debe significar ni autosuficiencia ni despecho. El PNV no caerá en la soberbia. Al contrario. Su fortaleza se sustenta en la humildad. Su función es la de ser herramienta al servicio de un país en construcción. Una herramienta que sabe ponerse la corbata  cuando corresponde y calzarse unas zapatillas para, en una campa, expresarse felizmente como un pueblo normalizado que sintiéndose distinto,  pretende vivir la vida en armonía , paz y libertad. Mirando a Catalunya, al mundo que nos rodea. Pero, sobre todo y ante todo, sin distraer nuestra atención. Mirando a nuestro suelo para no caer y seguir adelante.


Todo eso, y mucho más...Mañana. 

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